sábado, 17 de octubre de 2009

Real Madrid 4 - Valladolid 2


No aprendemos. Y siempre que dudemos surgirá su figura para recordarnos lo equivocados que estamos y devolvernos al camino correcto. Es como si las críticas y las dudas que le dedicamos fueran su mejor alimento para resistir todas las embestidas, para levantarse cuando le creíamos definitivamente agotado y sin recursos para mantenerse en pie. Una vez más nos equivocamos. Porque Raúl parece eterno y su profesionalidad y orgullo le impiden dar la razón a los que dudan. Para todos ellos, para todos nosotros, en el día que se convertía, con 711 encuentros, en el futbolista que más partidos ha jugado en la historia del Real Madrid, Raúl firmó dos nuevos goles. Los dos primeros y decisivos tantos de un Madrid que volvió a ser gris. Y es que el Real Madrid aburre, aunque seguramente decepciona más que aburre. Los muchos goles que suma son una consecuencia de su pegada, no de su juego.

El Madrid fue de nuevo ese equipo que vive en la confusión, que no juega como quiere, aunque la duda es saber si sabe a lo que quiere jugar, cuyos ataques terminan en un embudo que facilita las maniobras defensivas del rival. La teoría dice que los laterales deben ocupar las bandas en ataque, pero cuando eso no sucede y los centrocampistas no tienen la habilidad o la visión de echarse a un costado para abrir el campo, los ataques del equipo que dirige Manuel Pellegrini son un batido de confusión. El Madrid no es el equipo dominador que debería, le cuesta llevar la iniciativa y encuentra su paraíso en los contragolpes. Y si miramos el comportamiento defensivo del equipo nos encontramos con que concedió 11 córners. Es inadmisible que un conjunto como el Valladolid le cree tantas ocasiones de gol en el Bernabéu.

Lass y Xabi Alonso no terminan de mezclar bien en casa y el equipo se mueve a impulsos, sin continuidad y después de mes y medio de competición ya empieza a acostumbrarse a solucionar los encuentros en acciones aisladas. Vamos, lo que ha sido el Madrid en los últimos años. La excelencia no ha visitado todavía el Bernabéu y, lo que es más inquietante, tampoco se la espera próximamente. Los goles que acumula a favor el Madrid jornada a jornada no deben ocultar las deficiencias que tiene este equipo, que continúa sufriendo muchísimo en las acciones a balón parado. Da igual el rival, la posición desde la que se lance el balón y que sea una falta o un córner. Una acción en contra a balón parado es una ocasión de peligro para el rival. Si en las primeras jornadas apenas apareció Casillas, el portero ha sido uno de los grandes protagonistas de los últimos compromisos del Madrid.

Con Cristiano Ronaldo en la grada, lesionado, y Kaká sentado en el banquillo de inicio, recuperándose de sus compromisos con Brasil, Pellegrini dio la alternativa a Granero y Van der Vaart. El primero comenzó con fuerza, participando en el juego, pero su peso en el equipo se fue diluyendo hasta quedar convertida su presencia en una anécdota. Apenas eligió bien en ataque y malgastó una gran ocasión de reivindicarse ante su entrenador. La presencia de Van der Vaart no fue ni anecdótica. Tan intrascendente fue su actuación como la de Benzema.

En su aportación más destacada de la noche, Granero ayudó a fabricar el primer gol del Madrid, el primero también de Raúl, que aprovechó un pase desde la derecha para batir a Jacobo. Cinco minutos después Marcelo centró desde la izquierda y Raúl, con la derecha, firmó el segundo entrando desde atrás.

Fueron 20 minutos más que dignos y el trabajo parecía hecho, pero con el 2-0 se desenchufó el Madrid y el Valladolid se lo creyó. Aún más después de lograr el 2-1, cuando el cronómetro consumía su primera media hora. Fue un golazo de falta de Nauzet, que puso el balón en la escuadra, lejos de las manos de Casillas. En la acción siguiente Ramos le quitó un balón de la bota a Diego Costa cuando estaba solo ante Iker. En el córner siguiente, César Arzo cabeceó fuera en una posición inmejorable.

Fueron cinco minutos en los que el Valladolid dispuso, además del gol, de cuatro ocasiones más. Y esa fue la dinámica hasta el final del choque, con el Valladolid levantándose después de cada golpe del Madrid, que creyó sentenciar el partido cuando, en el tiempo añadido, Marcelo marcó un golazo con la derecha desde fuera del área.

El Madrid comenzó bien el segundo tiempo, asociándose más, con más movilidad, pero un error volvió a sembrar la inquietud en el Bernabéu. Xabi Alonso perdió el balón, Diego Costa combinó con Marquitos y éste batió a Casillas.

Vuelta a empezar, regreso de las dudas, más confusión en el juego y el resto del choque convertido en un intercambio de golpes del que sólo podía salir favorecido el Madrid, porque el encuentro se decidió por la efectividad de los ataques, no por la categoría del juego. En ese ambiente sí se siente cómodo el Madrid, cuando el único argumento para acabar con la discusión es la pegada de los contrincantes.

Intentó Pellegrini ganar en control con la entrada de Kaká, quien suplió a Van der Vaart, y buscó más verticalidad todavía con Higuaín, que ocupó el puesto del desacertado Benzema. No logró lo primero, pero sí lo segundo. A falta de diez minutos para el cierre Xabi Alonso regaló un excelente pase a Higuaín, que definió de forma magnífica y batió a Jacobo con una vaselina espectacular. La mejor acción de toda la noche.

Parecía ya todo solventado, pero todavía tuvieron que aparecer Casillas y Albiol, que sacó un balón de la misma línea, para asegurar la victoria. Demasiado sufrimiento.

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