domingo, 3 de enero de 2010

Osasuna 0 - Real Madrid 0


Buscaba el Real Madrid el liderato y buscaba algo más, un cambio de tendencia, otra dirección del viento con la llegada de 2010. Año nuevo, vida nueva con empujoncito del Villarreal, que puso en bandeja el asalto al liderato para el equipo de Pellegrini. Pero quiso la clasificación que la cuita se resolviera en Pamplona y parece un guiño del destino: el Reyno de Navarra es uno de esos campos en los que dice el tópico que se ganan y se pierden ligas, una prueba de verdad sin glamour pero con exigencia máxima.

Finalmente el Real Madrid empató (sin goles como en Gijón, su otra 'X' liguera) en un campo donde también empató el Barcelona y el mensaje es neutro: ni triunfo ni derrota, ni liderato ni debacle, ni mucho frío ni demasiado calor. Quizá el balance de su despliegue en territorio hostil sea una invitación a que la euforia no le desvíe del camino recto por el que se había conducido en el cierre de 2009. Una llamada a mantener la guardia, a seguir arando y sembrando, a no frenar la solidificación. El Reyno de Navarra mostró a un Madrid trabajador y serio, colectivo y concentrado, blindado en sus peores minutos y con las ideas claras en los mejores. Pero también perfiló a un equipo que esta vez falló con el estoque, el golpe de gracia, y al que, y aquí puede residir un mensaje crucial, Osasuna supo y pudo desactivar durante demasiados minutos del primer tiempo.

Camacho es lobo viejo y tiene trabajado hasta lo obsesivo a este Osasuna que pergeña un vía crucis a cada rival que visita Pamplona. Un equipo que trabaja a destajo y que tiene fútbol, mucho más que gol. Armado desde dos excelentes laterales jóvenes, Azpilicueta y Monreal y a partir del incombustible Puñal. Un equipo que es un muro móvil que lanza mordisco en la presión desde el trabajo fanático de Pandiani y Aranda y que toca rápida cuando la sala de máquinas conecta con Juanfran, Camuñas o Nekounam.

El Real Madrid, con Kaká descansando, jugó con el modelo que le ha devuelto el sentido y la alegría. Con Xabi Alonso, Marcelo y Van der Vaart, con Arbeloa en el lateral izquierdo y con Benzema en el banquillo. Con su dibujo más lógico el Madrid arrancó concentrado e intenso, manejando el balón y exigiendo a Osasuna, que sufrió con los balones que buscaban la espalda de su defensa, las carreras homicidas de Cristiano e Higuaín. Ninguno tuvo su día. El portugués participó mucho pero desequilibró poco, el argentino no se encontró en el campo donde puso firma a un Alirón y falló en el segundo tiempo la ocasión más clara del partido, un remate a bocajarro que sacó Ricardo a la argentina, con la rodilla en tierra a la mano arriba.

Del saneado y prometedor inicio pasó el Real Madrid a un desmayo que le duró hasta el descanso, demasiados minutos en los que dejó respirar y hacerse fuerte a Osasuna. No demolió de salida el plan del equipo navarro, que primero se sintió vivo, después capaz y finalmente incluso cómodo. Casillas apareció porque el balón rondó mucho su área y sólo antes del descanso se sacudió el Madrid la incomodidad para dejar un par de detalles de Cristiano que anunciaban zafarrancho de combate en el segundo tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario